Hacía más de 10 años que no veía a Claudia, pero cuando me llamó, sentí que nada había cambiado, que todo seguía igual que antes. Su voz, su risa de loca y su curioso, y a veces hiriente, sentido del humor, me seguían poniendo del revés todos los sentidos. No tenía nada que hacer, estaba indefectiblemente atrapado por sus encantos, lo había estado siempre, y no iba a dejar de ser así por muchos años que hubieran pasado. No pude negarme, en cuanto dijo que quería verme, ni lo dudé, hubiera hecho cualquier cosa que me hubiera pedido, ir a la luna, bajársela e incluso comérmela si ella así lo quisiera.
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