Desde que somos pequeños, nos acostumbramos a estar rodeados de coches. En nuestra familia siempre hay uno, si no dos, y cuando vamos a comprar, al colegio, de vacaciones o a visitar a alguien, siempre vemos coches rodando por las calles. A medida que vamos creciendo, vamos siendo cada vez más conscientes de la importancia que tiene un elemento de estas características. Y, cuando nos convertimos en mayores de edad, obtenemos nuestro permiso B de conducir y empezamos a sondear la posibilidad de comprar uno. ¿Estamos en lo cierto? En la mayoría de casos, este ha sido el desarrollo de nuestros pensamientos.