Las personas que tenemos hijos o hijas vivimos cada día con una preocupación extrema y que lejos de desaparecer con el paso de los años, ésta va a más. A medida que nuestros pequeñ@s crecen y se enfrentan al mundo, también crece nuestra preocupación. Tenemos miedo de que sufran por amor, de que no consigan alcanzar sus objetivos y sueños, de que no consigan ser felices, de que les hagan daño… Ser padre es siempre duro, pero la situación se hace más difícil todavía cuando tienes un hijo o hija con necesidades especiales, como es mi caso. Mi hija Ana tiene síndrome de Asperger.
Desde muy pequeña, Ana siempre había mostrado unas dotes excepcionales para el lenguaje y algunas actividades supuestamente dirigidas a niñ@s de mayor edad. Pero por otro lado, nos dimos cuenta de que a nivel afectivo o emocional, Ana, no parecía tener demasiadas habilidades. Tampoco le gustaba en exceso jugar con sus compis o niñas y niños de su misma edad, y mucho menos si el juego requería correr, ensuciarse o bailar, por ejemplo. En cambio, se la veía más cómoda rodeada de personas adultas.
Tras visitar al especialista, confirmaron nuestras sospechas: Ana, tenía Asperger y además presentaba signos de ser superdotado. La cosa no iba a ser fácil para ninguno, pero menos para Ana, se le presentaba un presente complicado y un futuro que podría ser peor si no tomábamos las medidas oportunas y le ofrecíamos todos los cuidados necesarios para poder llevar una vida plena y feliz, en la que pueda desarrollar al máximo todas sus potencialidades.
Si queríamos dar respuesta a las necesidades de nuestra hija debíamos conocer su circunstancia a fondo, es decir, teníamos que saber en qué consiste realmente este síndrome, para poder así, ayudara a la niña. Me recomendaron la lectura de un par de libros de ediciones Aljibe, a día de hoy todo un referente en publicaciones de temática educativa, especialmente en la atención a las Necesidades Educativas Especiales. Sus publicaciones, orientadas a la mejora de la atención a la diversidad, dan respuesta a profesionales de la educación, la psicología y la pedagogía, principalmente. Esta editorial ha publicado a más de 450 autores y cuenta con un catálogo de más de 600 títulos vivos entre ensayos, cuadernos y manuales especializados, para ayudar tanto a padres como a profesionales de diferentes ámbitos educativos y sociales. Los más vendidos están relacionados con las adaptaciones curriculares, tratamiento de dislexia, autismo o conflictividad . Además, colabora activamente y coedita con las más importantes universidades del país. Recientemente, Ediciones Aljibe ha sido galardonada con el Premio Andalucía Excelente en la categoría de Empresa Editorial.
Niñ@s superdotad@s con síndrome de Asperger
Los pequeños con Asperger presentan un déficit en la comunicación social, muy común también en los niños y niñas superdotados, por lo que frecuentemente, es muy común pasar por alto este desorden y atribuir el comportamiento anómalo del pequeño a su alta dotación intelectual o a una falta de atención. ¿Cómo podemos distinguir entonces si nuestro hijo o nuestra hija es superdotado o si bien es superdotado con Asperger?
En principio, el comportamiento de los peques con altas capacidades, no difieren significativamente del de los que además presentan síndrome de Asperger. Pero la experiencia nos dice que existen ciertos factores que podrían ser determinantes a la hora de diagnosticar esta patología, como el uso del lenguaje, su agudeza, la empatía, el humor, su capacidad afectiva o su tolerancia a los cambio. A partir de aquí, y para abreviar, llamaremos S a los superdotados y SAS a los superdotados con Asperger.
En cuanto al uso del lenguaje, los S, presentan un lenguaje rico y extenso, más similar al de una persona adulta. El niños SAS, va más allá, rayando incluso la pedantería.
Aunque a ninguno les gustan los cambios, parece que los que sólo manifiestan S, suelen adaptarse mejor. No ocurre así con los de SAS, que llegan a presentar comportamientos más agresivos en respuesta a éstos.
En los niños S es más común observar muestras de afecto, a diferencia de los SAS, que casi siempre lo rechazan. Tampoco dan muestras de empatía o atención al “otro”.
Recuerda: cada caso es diferente, consúltalo