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Los hombres también lloran y van al psiquiatra

Soy de esos hombres de la generación del 70 que nació pensando que los hombres no lloraban y que tenían que ser duros, férreos y constantes como un árbol milenario. El mítico Miguel Bosé ya nos cantaba eso de que Los chicos no lloran tienen que pelear. Mal íbamos. Con el paso de los años se ha demostrado que los hombres también lloran, y es casi obligatorio sacar eso que tenemos dentro. Es más, y si tenemos problemas hay que ir al psiquiatra.

Por eso, os vengo a contar mi experiencia para que os sirva de ejemplo. Y es que muchas veces se piensa que para caer en una depresión o para tener problemas mentales no hace falta tener una desgracia familiar o estar en la bancarrota, simplemente puede ser un problema que surge en cualquier momento y hace estallar la chispa. Os cuento mi caso por si puede servir de ejemplo.

Yo era una persona optimista, y de repente pasé a ser una persona negativa, ausente y derrotada. ¿Por qué? Pues por un problema familiar que trajo la desgracia a mi vida. Ser padre  e hijo al mismo tiempo puede llegar a ser un problema. Esa historia de que nueras y suegras se llevan mal, pues en mi caso fue una realidad. Tuve que decidir entre el amor de una madre y el amor de una esposa, pero claro, con hija incluida. Yo ya veía que entre ellas no se llevaban bien, pero todo se fue al traste cuando fuimos padres. La noticia que tendría que ser la mayor alegría de las familias se convirtió en una pesadilla. ¿Por qué? Pues porque tanto mi madre como mi esposa se metían dueñas de mí Lo que estaba claro es que nadie pensó en mí, solo ellas en ellas. Mi hija nació en plena pandemia de coronavirus, con lo que eso supone. Tuvimos que tener unas restricciones que mi mujer aprovechó en su beneficio. Prohibió que nadie se presentara en casa, recuerdo que en el hospital era imposible hacer visitas.

Pues bien, a mi madre no le sentó nada bien. Ella me llamaba para decir que quería ver a la niña, que cuándo iba para casa o que cuándo íbamos a su casa. Además, mi madre es viuda por lo tanto decidía y hacía lo que quería. Por el contrario, mi mujer me decía que no fueran, que no era el momento. Que necesitaba su espacio y su tiempo. Mi esposa tuvo un postparto muy duro, eso que se denomina depresión post parto. Pero claro, no se daba cuenta que yo estaba en medio. Yo quería que mi madre viera a su nieta pero mi mujer no. Como un buen día le dije a mi mujer después de una discusión, “no estás ganando tú, ni perdiendo mi madre, está perdiendo la niña”, en alusión a nuestra hija. Pero nadie pensó en mí.

El día que exploté

Y yo que estaba en el medio, un buen día exploté. Ya no podía más. No podía entender cómo algo tan bonito como era ser padre, se había convertido en una pesadilla. Las dos mujeres de mi vida hasta ese momento (luego se unió mi hija) no pensaban en mí y solo querían tirar para su lado. Por eso, ya no pude más y tuve que ponerme en manos de profesionales. Y sí, lo reconozco fui a un psiquiatra. Aún recuerdo mi primera visita con el doctor José A.  Hernández, en cuanto le conté mi caso lo tuvo claro, era un trastorno de ansiedad provocado por los problemas entre mi pareja y mi madre.

¿Qué hacer? Pues no fue fácil. Lo primero que tuve que hacer que es despejar la mente y reunir a las dos personas. Puse el tema sobre la mesa, y ellas, pues ellas…no lo entendieron. Peor dijeron que por mí se iban a intentar no llevar mal, es decir, no bien. Ahora tengo que aguantar que no se hablen, pero por lo menos que se respeten. Eso sí, cuando sale a relucir el tema de la niña es muy complicado. Ya que mi madre quiere estar más tiempo con mi nieta, y mi mujer hace unas reuniones que parece de una custodia compartida. Una pena. Yo poco a poco estoy mejor, aunque es cierto que no me imaginé que fuera así. Por eso, lloré, y lo hice mucho. Y por supuesto, sigo yendo a mis sesiones con el psiquiatra. No me arrepiento y lo necesito.

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