Hace tres días, el 17 de Enero, mi mujer acudió a un curso de tantra en Barcelona llamado “Una sonrisa a tu sexualidad”. Se trataba de un curso de Maite Domènech que por lo visto es toda una eminencia en el sector, a cuya web os redirecciono por si os interesa ya que, tras ver lo que visto, creo que hasta yo me voy a interesar por el tantra ese.
No sé qué hizo mi mujer en el curso, qué le enseñaron o qué le dijeron pero lleva tres días de lo más cariñosa y fogosa conmigo. Me recibe todos los días con una sonrisa en la cara y creo que no hace falta que os explique por qué llevo yo la sonrisa que llevo puesta también ¿no?
La verdad es que cuando me dijo que quería ir con una amiga suya de gimnasio al curso ese pensé que estaba como una cabra, que lo único que iba a conseguir es tirar el dinero y que lo mismo, con tanta cosa que se suele decir en esos sitios, le comían la cabeza o algo y acababa en algún tipo de grupo sectario o a saber qué, pero nada más lejos de la realidad. Y es que a veces tenemos una serie de prejuicios que nos empeñamos en pensar que son ciertos y apenas tenemos información de aquello a lo que nos estamos refiriendo. Aunque esto es como todo, porque no soy el único que se empeña en pensar que tiene la verdad sobre algo de lo que apenas tiene información, y sino que se lo diga a la gente que habla de política y no tiene ni la más remota idea.
Yo siempre acabo criticando a esas personas porque escuchan lo que le dicen en el telediario o leen en un medio de comunicación concreto, se lo creen a pies juntillas sin buscar más sobre el tema y luego van por ahí asegurando que es cierto ¿Es que no son lo suficientemente inteligentes como para saber que los medios tiene una línea ideológica y que los paga alguien? A veces pienso que no tenemos más problemas en este país porque algún ser superior lo impide porque si fuera por nosotros mismos lo mismo estaríamos peor que en Rusia o China, sin libertad de expresión y saltándonos a la torera la declaración de los derechos humanos.
Ahí es cuando me di cuenta de que yo había hecho exactamente aquello no me gustaba que hicieran los demás: hablar sin saber y cerrarme en banda a la posibilidad de estar equivocado. Lo bueno es que sé reconocer mis errores y no se me caen los anillos por hacerlo así que lo puedo escribir incluso en un blog: sí, estaba equivocado, y el tantra mola, y mucho.
Para quienes no sepan qué es el tantra les adelantaré que hablamos de una tradición oriental que tiene miles de años, así que no es nada nuevo la verdad, pero si quieren saber más que investiguen, que se informen, y que no se hagan ideas preconcebidas en la cabeza que, normalmente, suelen ser prejuiciosas.