Bruselas siempre me atrajo, no sé por qué, pero tiene un algo que me resulta encantador, su aire bohemio, el saber estar de su gente, su dinamismo, por lo que es una ciudad que para mí lo tiene todo. Recuerdo la primera vez que fui allí de viaje con mi grupo de amigas, todas, absolutamente todas, quedamos prendadas de la maravillosa e histórica “Grand Place”, que como decía el gran novelista francés, Víctor Hugo es “la plaza más bella de Europa”, y seguro que tenía razón porque la Unesco en diciembre de 1998 la incluyó en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. Entre otras cosas, la naturaleza y la calidad de su arquitectura y su notable valor, ilustrando notablemente la evolución y los éxitos de una ciudad mercantil en el norte de Europa en la cima de su prosperidad.
Los primeros registros escritos de los que se tiene constancia de esta plaza datan del siglo XII y era un mercado rodeado de casas de madera dispuestas sin ningún orden, pero pronto comenzaría su reestructuración, pues desde mediados del siglo XV las casas del mercado fueron ocupadas por los oficios y los gremios que participaban en el gobierno de la ciudad fueron embelleciendo poco a poco esta gran plaza de la cual nos queda constancia en edificios tan singulares como:
- El Ayuntamiento. Construido en 1401 es de estilo gótico. Su estructura responde al común de la época, destacando una planta baja porticada que servía como sede del mercado, una fachada alargada y un campanario para advertir a los ciudadanos de cualquier peligro. Este campanario en origen pequeño se sustituyó en 1455 por una torre de 96 m. de alto rematada por una estatua dorada de 5 m. de alto del arcángel San Miguel, patrón de la ciudad
- La Casa del Rey. Originariamente era un edificio de madera del siglo XII donde se vendía el pan. Fue sustituido en el siglo XV por un edificio de piedra de estilo gótico tardío que acogía el despacho del recaudador de la ciudad, que posteriormente sería nombrado rey de España, de ahí su nombre. Actualmente acoge el Museo de la ciudad de Bruselas.
- La Casa de El cisne. Perteneciente al gremio de los carniceros, este edificio de estilo barroco de 1695, se convirtió en el siglo XIX en el centro de reunión de jóvenes con ideas progresistas como Karl Max, donde escribiría su célebre Manifiesto del Partido Comunista.
- El árbol de oro. Este edificio fue la antigua sede del gremio de los cerveceros y acoge actualmente un Museo de la cerveza. En su interior destaca un replica de una cervecería del siglo XVIII y una colección de grifos de cerveza antiguos.
- Maison des Ducs de Brabant o Casa de los Duques de Brabante. Tras esta única fachada denominada así por los bustos de los duques en ella, además de la casa de los duques se encuentran seis casas gremiales.
- La Brouette o la Casa de la Carretilla. Del gremio de fabricantes de sebo, lecheros, mantequeros y polleros, su fachada data del siglo XVII.
- Le Pingeon o la Casa de la Paloma. Sede del gremio de los pintores, construida hacia 1695, pasó a ser la casa donde se alojó el novelista Víctor Hugo durante su exilio en Belgica en 1852.
- Le Sac o la Casa de El Saco. Sede del gremio de los carpinteros, ebanistas y toneleros.
- Le Renard o La Casa del Zorro. Este edificio de 1699, fue el centro de reunión de los merceros, gremio que agrupaba distintas ramas del pequeño comercio.
- La Chambrette de L´Amman o Las Armas de Brabante. Antiguamente el edificio era conocido como Le Marchand d´or o comerciante de oro.
- L´ Étoile o Casa de la Estrella. Situada sobre el pasadizo que sale de la Grand Place.
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La gastronomía, otra de las bazas de la zona
La gastronomía en este país está muy bien representada por platos como moules-frites o mejillones con patatas fritas, la carbonada flamenca, el waterzooi o los waffles, una especialidad que ha traspasado sus fronteras y son reconocidos en todo el mundo como gofres, y por supuesto no podemos olvidar el exquisito chocolate belga.