Dicen que las mujeres inteligentes no se casan, por eso cuando Ana me dijo que se casaba no podía creerlo. Ella, siempre tan anti ataduras, libre como el viento y lista como un ajo, nos había sorprendido a tod@s los allegad@s con la gran noticia. Sí, Ana se casaba y nada ni nadie podría hacer nada para evitarlo. Desde que conoció a Antoine en aquella estancia en Bruselas, Ana ya no parecía la misma, y no lo digo por mal, que no es así, sino más bien todo lo contrario. De repente, la seria, responsable y rutinaria Ana, se había vuelto divertida, alocada y sobre todo, mucho más alegre, e incluso de vez en cuando se permitía soltar alguna que otra palabra mal sonante, un chiste verde o cosas que antes jamás habría pensado hacer. Así era antes de sosa Ana.
SIGUE LEYENDO